sábado, 3 de noviembre de 2007

El país después de las elecciones

Ganó Cristina sin ballotage pese al desgaste del gobierno. Carrió quedó segunda pero lejos y se postula como “líder” de la oposición disputándole a Macri cuyo partido retrocedió cualitativamente. Fracasó Lavagna y se hundieron López Murphy y la derecha de “mano dura”. Pese a su caudal de votos de conjunto, la izquierda no emerge como un polo de referencia electoral. Es importante analizar las razones de estos resultados y los desafíos que los luchadores tenemos por delante de cara al próximo gobierno.

Una victoria con muchos bemoles
Aunque extrañando los festejos masivos que acompañaban otrora a los triunfos electorales, el gobierno salió a cantar victoria. Cristina superó el 40%, duplicó los votos que sacó Kirchner en 2003, incrementó la mayoría absoluta en el Congreso y se impuso en la mayoría de los distritos. Esa es una cara de la realidad que no hay que desconocer, una bocanada de aire fresco para el desgaste que venía acentuándose en la gestión kirchnerista. Pero hay datos duros que tampoco se pueden desconocer: más de la mitad votaron contra el gobierno y, si consideramos los que no votaron o lo hicieron en blanco, Cristina gana con el 30% real del padrón. En realidad, los Kirchner siguen siendo los presidentes menos votados desde 1983. El otro dato es que el gobierno perdió en las grandes ciudades, las de mayor importancia política y donde se concentran amplias franjas de trabajadores y sectores medios que le dieron la espalda. Perdió en la Capital, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, La Plata, Bahía Blanca y los grandes centros urbanos bonaerenses. Esto puso nervioso al ministro Fernández, que salió a espetar que quienes no votaron eran “los mayores soberbios”, olvidándose de cuatro años de autoritarismo, la inflación, Skanska, la bolsa de Miceli y otras corruptelas, los precios por las nubes y las mentiras del INDEK, los presupuestos sociales insuficientes… Que Kirchner bajó en lo que va del año un 22% su consenso y tuvo por primera vez 18 puntos de imagen negativa. Se olvidó de la bronca que crece, de las duras peleas contra los “techos” para conseguir aumentar los salarios, de la criminalización de la protesta, de López que no aparece… Muchos se preguntan por qué, a pesar del desgaste evidente, la señora de Kirchner ganó sin ballotage.

Las razones del triunfo y el ballotage que no fue

Varios analistas señalan que en la base del triunfo está “el lustro de crecimiento macroeconómico más prolongado de la historia”, asentado en una favorable situación internacional. Seguramente la comparación con las todavía no lejanas épocas de la peor crisis de nuestra historia, de recesión, miseria y desempleo masivos, ha tenido peso en el voto. Aunque con dudas, muchos sopesaron los aumentos en las jubilaciones, míseros, pero aumentos al fin; de cierta recuperación salarial, a fuerza de lucha; de más trabajo, en negro, pero trabajo al fin… Sin embargo, para retener y lograr el voto de los sectores socialmente más postergados, del interior y los barrios del segundo y tercer cordones del estratégico conurbano, el gobierno no la sacó “de taquito”. Tuvo que desplegar un esfuerzo descomunal en inversión clientelar y publicitaria de cifras millonarias y, temeroso de ello, montó un gigantesco sistema de fraude, con centenares de listas colectoras en la Pcia. de Bs. As. apoyadas en los feudos desmembrados del viejo imperio pejotista y sus intendentes punteriles y corruptos y montar un brutal robo de boletas. Pese a todo ello, fue castigado en las principales ciudades, lo cual le da una base estructuralmente débil al triunfo. Son sectores donde se concentran amplias franjas de trabajadores y sectores medios que, a pesar del “crecimiento”, fueron descreyendo del doble discurso y rompieron políticamente con el kircherismo. Que no se tragaron el cuento que “el cambio empieza ahora” sino que avizoran continuidad y peor de lo mismo.
Pero hay otra profunda razón, determinante, por la cual, pese a todos los elementos de crisis acumulados por el gobierno para recibir un golpe electoral, Cristina logra ganar.
Y es la falta de una alternativa de oposición, creíble, vista para gobernar y encabezar un cambio.

Carrió y una oposición con pies de barro

Carrió basó su campaña en que la voten para entrar en la segunda vuelta. Sin dudas fue quien capitalizó en mayor medida el voto castigo al gobierno. Triunfando en las grandes ciudades, salvo Córdoba donde el que capitalizó el castigo fue Lavagna apoyado en punteros del viejo aparato radical. Nosotros polemizamos durante la campaña con Carrió, explicando que no veíamos como probable un ballotage, no sólo porque la oposición burguesa no había logrado una alternativa unitaria, sino porque Carrió no terminaba de aparecer como una opción creíble, que planteara algo verdaderamente distinto, más allá de un maquillaje del modelo imperante. Algunos medios señalan un dato: en muchas de las ciudades bonaerenses donde Carrió ganó a presidente, no la votaron para “gestionar” intendencias y menos para la gobernación, justamente porque su armado electoral de circunstancia, ecléctico, con personajes de centroizquierda, dirigentes de la derecha y sin una estructura sólida, no terminaba de convencer para gobernar. Por eso, el contenido central del voto a Carrió es fundamentalmente de castigo al gobierno, no de apoyo a un proyecto que tiene un formato muy parecido al de la Alianza.
No vemos un gran futuro para la Coalición Cívica. El mismo día de la elección se vio una pelea entre dos de sus principales dirigentes. El ARI atraviesa una crisis por el giro a la derecha de Carrió y ella misma dice que no se presentará de nuevo.
Lavagna, que le prestó su nombre a restos del aparato radical y Rodríguez Sáa que se jugó a atraer el voto peronista tradicional, hicieron elecciones lejos de sus expectativas. Detrás de la vidriera de nuevas opciones, se veía que no era otra cosa que sociedades de la vieja política.
La “novedad” fue el hundimiento de López Murphy, abandonado hasta por su socio Macri y la debacle electoral del próximo jefe de Gobierno de la Ciudad. En Capital, se esfumó el caudal que absorbió Macri en la elección de mitad de año y que lo llevó al triunfo y a entusiasmar a escribas como Grondona que lo erigió en el líder opositor y mentor de una “nueva derecha” democrática y creíble. Eso confundió y abrió un debate en sectores que veían en ello un giro “a la derecha”. Nosotros opinamos en su momento que era un voto castigo contra el gobierno y, con el corrimiento hacia Carrió en Capital, el hundimiento de Macri y de todas las opciones de “mano dura” como Blumberg, Patti y otros, confirma que, para castigar al gobierno, la población hace uso de la opción que aparece como mal menor, más potable o con más chances de ganar.

Un reflejo que el régimen político sigue en crisis

La apatía gereralizada, la volatilidad del voto, la ausencia de actos masivos, la abstención, la primera elección presidencial sin boleta del PJ y sin candidato radical, los fiscales comprados por ausencia de militancia… todo tan lejos de aquellas elecciones en que el peronista o el radical venían con su boleta y votaban tranquilos y sin dudar! Poco antes del comicio, el analista Rosendo Fraga escribió que fueron las elecciones con menor calor popular desde el ´83 y lo atribuyó a tres factores. “1) “Las sucesivas crisis y el fracaso de la democracia en lograr una mejora del promedio de calidad de vida de la gente…”; 2) “los partidos políticos están en crisis de representación y la falta de interés que demuestra la gente se vincula a la su falta de representatividad”, 3) “no existió una verdadera puja…” atribuyéndola a la debilidad de alternativa de oposición. Justamente las elecciones marcaron que, más allá de los paños fríos que colocó el gobierno de Kirchner, la crisis del viejo régimen asentado en un bipartidismo y la “normalización” del país están lejanas y eso presocupa a los sectores dominantes. El desgaste de Kirchner y la debilidad estructural que hereda Cristina, se basa en que no han logrado constituir un sólido partido para garantizar gobernabilidad a largo plazo. El Frente para la Victoria es un rompecabezas, asentado en porciones del viejo aparato del PJ y sectores radicales. Y las alternativas opositoras, que estimularon para tratar de lograr recomponer un bipartidismo que garantice una alternancia de un país normal, está lejos de ser realidad, basta con ver su comportamiento en estos comicios.
Desde sectores como el diario La Nación y algunos sectores de la propia izquierda, se alienta la tesis que se dio una división social en el voto, apuntando a que el Frente para la Victoria capitalizó el voto obrero y popular y Carrió el voto de la clase media antiperonista. Puede ser la expresión de deseos del resurgimiento de bases para recomponer una alternancia bipartidista. Nos parece equivocado. Creemos que Carrió y otras variantes capitalizaron el voto de ruptura, de sectores de trabajadores y medios que se concentran en las grandes ciudades y Cristina captó en mayor medida el voto más atrasado políticamente y más dependiente de la ayuda social que se utiliza clientelarmente. La debilidad estructural del Frente para la Victoria y la dispersión de la “oposición”, evidencian que, por más que se aliente y ensaye desde el poder la necesidad de una alternancia, la misma sigue tan lejos, como presente el fantasma del 2001.

La izquierda conservó su espacio pero no emergió como una referencia electoral

Comparando con la anterior elección de carácter presidencial, la izquierda conservó la mayor parte de su caudal electoral, con aproximadamente 500.000 votos. Si le sumamos los votos que obtuvo Solanas, que aunque no se considere de izquierda la mayoría de sus votantes lo valoraron así, incluso se aumentó a 800.000 votos. Sin embargo, la fragmentación impidió nuevamente que la izquierda emerja como una alternativa electoral. No lo logró Pino Solanas a pesar de ser el más votado ni nosotros que encabezamos la votación de los sectores que se reclaman de izquierda.
Sin lugar a dudas, la ausencia de un giro a izquierda como el que se dio en los albores del Argentinazo, fue un factor objetivo que empujó a este resultado. Todavía la ruptura con las alternativas de la vieja política, está teñida de confusiones políticas. Pero lo determinante por lo cual la izquierda no aparece como un polo, pese al espacio que deja la crisis del régimen no resuelta y al rol importante que la izquierda juega en los proceso sociales, tiene que ver con la incapacidad para constituir una alternativa unitaria alrededor de un nuevo proyecto superador. Alejado tanto de la vieja izquierda oportunista que termina como furgón de cola de proyectos falsamente progresistas, como de la sectaria que, como el PO, insiste en el sectarismo y la autoproclamación. El rechazo de Pino Solanas a nuestra propuesta de unirse con la izquierda para vertebrar un frente electoral de unidad en la diversidad alrededor de una propuesta de cambio, abortó también esta posibilidad.

Las perspectivas y los desafíos para los luchadores
y la izquierda

Cristina no podrá gozar del efecto “nuevo gobierno”. No habrá luna de miel. Se terminó la era del doble discurso. Las demandas de los de afuera y los de arriba para “normalizar” el país a la medida de los poderosos van a estar a la orden del día. Para resolver los problemas estructurales pendientes que se fueron acumulando, haciendo los deberes que su marido postergó para calmar, en parte, los demonios desatados con el argentinazo. Viene con el “pacto social” bajo el brazo, a intentar un acuerdo con la patronal y la burocracia para controlar la inflación conteniendo los salarios, “actualizando” las tarifas, recortando presupuestos. Tratando de poner un cepo a los reclamos para garantizar seguridad, no del pueblo trabajador, sino de los inversores extranjeros para que vengan a seguir el saqueo. El agotamiento del verso que colocó su marido y las nubes negras en el marco internacional y nacional del crecimiento, la obligarán a aplicar medidas antipopulares. Los ritmos están por verse. Pero, seguramente, los trabajadores y sectores populares, defenderán su nivel de vida y seguirán peleando por defender conquistas y lograr nuevas, enfrentando estos planes. Para ello será vital apoyar las luchas y seguir desarrollando el proceso hacia una nueva dirección combativa y democrática en el movimiento obrero. Y forjar la alternativa política pendiente. Nuestra propuesta de poner en pie un nuevo proyecto de izquierda, está al servicio de estas tareas.

Guillermo Pacagnini

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