lunes, 10 de diciembre de 2007

Pacto Social: deseos y realidades

La convocatoria a una concertación entre gobierno, patrones y dirigentes sindicales sigue siendo el anuncio más concreto que articularía la política del gobierno de Cristina. A dos semanas de asumir, pocos son los detalles y muchos los debates e interrogantes. El objetivo parece claro: avanzar en la “normalización” de un país donde la cuerda se tensa entre reclamos salariales, inflación, tarifas reprimidas y otros “deberes pendientes” que Kirchner debió postergar para calmar los ánimos de la Argentina post 2001. Pero los signos de crisis en las alturas y reclamos por abajo preanuncian que la faena no será fácil.

El Pacto de Cristina es una política al servicio de hacer los deberes pendientes.
La gestión de Kirchner careció de márgenes políticos para aplicar medidas abiertamente antipopulares. La energía desplegada por el argentinazo del 2001, se tradujo en luchas obreras y populares que recuperaron algunas conquistas salariales y laborales que habían sido arrebatadas. El compromiso de las finanzas estatales con los organismos internacionales y la sed de ganancia de los empresarios, exigen ir terminando con esta situación. Para ello, Kirchner ya se dio una política preventiva tratando de fortalecer a la burocracia, desviar los reclamos hacia paritarias con techo salarial y tratando de debilitar el proceso de nueva dirección que germina en el movimiento obrero. Por otro lado, trató de suavizar los aumentos en los precios pactando con las empresas y adulterando los indicadores del INDEC. Todo ello fracasó. Evitó el caos por cierto y lograron ganar las elecciones. Pero fracasó en acomodar los tantos y calmar los reclamos obreros y populares que amenazan ir por más. Los tiempos se terminan y Cristina asume para intentar una normalización. El Pacto intenta como mínimo colocar reglas de juego para pautar la inflación y evitar echar más leña al fuego del humor social, actualizar las tarifas, contener el gasto social y colocar un cepo a los salarios. Necesitan crear un clima de paz social para que los inversores sigan haciendo sus negocios. Nada bueno para los trabajadores.

Un rompecabezas complicado

Cristina dijo que el acuerdo debe servir para “institucionalizar los cambios”. Pero a la hora de reunir los actores empiezan los problemas. La división de la CGT y el desprestigio de sus dirigentes es el principal problema. Con un horizonte de reclamos y direcciones combativas ganando terreno, es perentorio que el gobierno trabaje para costurar la crisis de los viejos dirigentes.
En una festichola regada con vino de primer nivel, Moyano festejó la confirmación del Ministro De Vido, su amigo y virtual socio de buenos negocios. Estaba toda la cúpula del moyanismo y cantaron loas al pacto social. Moyano fue claro en su discurso: “Tenemos la responsabilidad de contener las tensiones…” “preparar al movimiento obrero para dialogar en la concertación”, música para los oídos de empresarios y gobierno. Pero el gobierno sabe que sólo Moyano no puede ser garante de esa pretendida “paz social”, ya que al otro día sale a decir que tiene que haber un piso salarial y que hay que actualizarlo al costo de vida y más de una vez tiene a sus gremios en la calle. Un serio escollo para los empresarios que ante ello destilan desconfianzas sobre las posibilidades de un pacto en el que van a pedir que los salarios se liguen a la productividad, se aumenten las tarifas y se aseguren subsidios y negocios.
Moyano sabe que se calienta la caldera social y que tiene que reposicionarse ante la pelea con los otros dos sectores –Gordos y barrionuevistas- con los que disputa la hegemonía de la CGT que debe elegir secretario general en junio. Por las dudas ya se reservó para encabezar la poderosa Confederación de los gremios del transporte, por si la jugada le sale mal.
Por otro lado Yasky de la CTA, que hizo esfuerzos para posicionarse con el gobierno y mendigar un lugar en la mesa de diálogo, parece resignado a no obtener la personería que le prometiera Kirchner, ya que el gobierno no quiere agravar la situación con los dirigente cegetistas.
Todos coinciden en los objetivos, pero los reclamos y el humor social, complican las grietas entre los actores que Cristina necesita unidos.

Preparando el terreno

Mientras tratan de avanzar con las trenzas y componendas por arriba, quieren desmalezar el terreno en el seno del movimiento obrero. Por eso han lanzado ataques desde el gobierno, las patronales y la propia burocracia, contra los sectores en lucha y los nuevos delegados, internas y direcciones combativas. Criminalizando las protestas, intimidando y, cuando pueden, recurriendo a los palos de patotas y gendarmes. Ya lo intentaron en Santa Cruz con ADOSAC para acallar la rebelión docente y popular. Luego con los dirigentes del Subte y ahora con los trabajadores del Casino y sus combativos delegados. Porque necesitan desarticular el proceso de nueva dirección en curso que amenaza con recuperar porciones importantes de los organizamos sindicales, necesitan desterrar los procesos asamblearios y todo germen de democracia sindical.
Un poco de garrote, para que pase la zanahoria del pacto social. Por eso, los trabajadores tenemos que rechazar los cantos de sirena del pacto y seguir peleando por el salario actualizado al costo de vida real y recuperando las conquistas laborales que nos merecemos. A la vez, solidarizarnos con los sectores sindicales combativos y otros trabajadores en lucha, ya que su triunfo va a fortalecer la pelea de todos. Por nuevas conquistas laborales y por ganarle más terreno a la burocracia.

Guillermo Pacagnini

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