domingo, 24 de febrero de 2008

Masacre de Trelew

22 de agosto de 1972

En la masacre fueron ametrallados 19 militantes de las organizaciones guerrilleras: Fuerzas Armadas Revolucionarias, Ejército Revolucionario del Pueblo y Montoneros. Tres de ellos sobrevivieron y denunciaron el crimen político. Fue un ensayo de terrorismo de estado. Esta represión salvaje continuó dos años después con las bandas fascistas de la Triple A protegidas por parte del aparato estatal y se profundiza luego con el genocidio de la última dictadura militar que exacerba sin límites ese terrorismo de estado.
Durante décadas los asesinos y los responsables políticos e intelectuales vivieron impunes. La lucha de las Madres de Plaza de Mayo y los organismos de DD.HH., junto al pueblo exigiendo justicia, fueron decisivos para que se reabriera la causa. La anulación de las leyes de Punto final y Obediencia Debida, (en la que Patricia Walsh cumplió un papel clave), la reapertura de la causa por los familiares de las víctimas, la declaración de varios ex conscriptos y del médico que extendió el certificado de defunción de los militantes, fueron determinantes para este triunfo democrático.
El juez Sastre, del juzgado Federal de Rawson, decidió el pedido de captura de cinco ex marinos por su presunta responsabilidad en esta masacre, encuadrando los crímenes como un delito de lesa humanidad, impidiendo así que proscribiera la causa. En la Unidad 6 de Rawson detuvieron al ex capitán Luis Sosa, señalado por los sobrevivientes como el principal responsable de los asesinatos, y a los ex oficiales Del Real y Pacagnini. Morandino, que vivía en EE.UU. acaba de ser detenido, y el ex capitán Bravo no está en el país.
El juicio y la detención de los ex marinos es un gran avance en la lucha por justicia y cárcel para todos los genocidas que aún andan sueltos.

El penal de Rawson alojaba unos
200 presos políticos. aunque la
mayoría eran de organizaciones político militares populares, también estaban dirigentes como Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza cordobés. El 15 de agosto del 1972 los grupos armados de FAR, ERP y Montoneros tomaron el penal e iniciaron la fuga. Confusiones y desencuentros hicieron creer a los grupos de apoyo que la operación finalmente no se haría. Sin embargo, la cárcel fue tomada. la unidad 6 del penal de Rawson y dos grupos se dirigieron al aeropuerto de Trelew.
El primero, donde estaban los dirigentes guerrilleros, llegó a tiempo. Allí los esperaba un avión de Austral, copado por otro comando. El otro grupo se retrasó. Finalmente, Mario Santucho, Domingo Mena y Enrique Gorriarán Merlo del ERP; Roberto Quieto y Marcos Osatinsky de las FAR y Fernando Vaca Narvaja de Montoneros huyeron rumbo a Chile, gobernado por el presidente socialista Salvador Allende y luego continuaron hacia Cuba.
Al rato llegó el segundo grupo que tomó el aeropuerto de Trelew intentando fugar en un avión que estaba por aterrizar, pero que alertado no lo hizo. Fueron rodeados por fuerzas de seguridad. Los guerrilleros realizaron entonces una conferencia de prensa. Hablaron Rubén Bonet, del ERP, y Mario Pujadas, de Montoneros, exigiendo garantías por su seguridad para deponer sus armas y rendirse. El juez Luis Godoy y el capitán de la marina Luis Emilio Sosa, con el coronel retirado del ejército Luis Perlinger como testigo, aseguraron que sería respetada la integridad física del grupo, que serían llevados al penal de Rawson y no a la base naval.
Por orden del presidente Lanusse los detenidos fueron conducidos a la base Almirante Zar y no al penal de Rawson, como se había acordado.
A poco de llegar a la base los detenidos fueron sometidos a torturas físicas y psicológicas.
A las 3.30 de la madrugada del 22, según relatos de los sobrevivientes María Antonia Berger, Alberto Camps y René Haidar, desaparecidos después con la última dictadura, Sosa y otros integrantes de la armada ordenaron a los presos pararse frente a sus celdas y comenzó el ametrallamiento.
La respuesta oficial que dio el gobierno de Lanusse fue que esta matanza se realizó después de un intento de fuga. Es la misma versión que hoy da el detenido Capitán Sosa, que asegura que él no tuvo nada que ver.

Las víctimas

En la masacre de Trelew murieron los militantes Carlos A. Astudillo, Alfredo E. Kohon y María A.Sabelli, de las FAR; Rubén P. Bonet, Eduardo A. Capello, Mario E. Delfino, Alberto C. del Rey, Clarisa R. Lea Place, José R. Mena, Miguel A. Polti, Ana M. Villarreal de Santucho, Humberto S. Suarez, Humberto A. Toschi y Jorge A. Ulla, del ERP y Susana G. Lesgart de Yofre y Mario Pujadas, de Montoneros.
Sobrevivieron a la masacre, como decimos más arriba, Alberto M.Camps, María A. Berger y Ricardo R. Haidar, desaparecidos años después. Estos crímenes no hubiesen sido posibles sin el consentimiento político expreso del general Lanusse y su gobierno.

El impacto sobre la vanguardia obrera, estudiantil y revolucionaria de la época


El 22 de agosto del 1972 me encontraba viviendo en Tucumán, militando en el Partido Socialista de los Trabajadores. Teníamos un local en el centro de la ciudad y nos enteramos por la radio. No podíamos creer esta terrible noticia. Fuimos a tomar un café con Nora Ciapponi y un grupo de militantes y, como diría el poeta César Vallejo, la noticia nos labró surcos oscuros, en los rostros, en el cuerpo, en el alma. Es que más allá de las diferencias teóricas y políticas que manteníamos con los grupos guerrilleros y sus simpatizantes, compartíamos la lucha de todos los días. Estos asesinatos fueron una tragedia para nosotros.
Antes y después de Trelew, debatíamos políticamente con las corrientes guerrilleras, apoyados en Lecciones sobre España de León Trotsky y en los trabajos de Nahuel Moreno. Nuestra política esencial era estar siempre pegados al movimiento de masas, con el convencimiento de que son los pueblos los que hacen los cambios y las revoluciones. Y la vanguardia, cualquiera que sea, debe respetar estos procesos y decisiones.
Más allá de las peleas políticas y las chicanas, nos queríamos y respetábamos porque éramos parte de un mismo y gran ascenso obrero, estudiantil y popular en el país y el continente.
En esa época, en el mar de diferencias había algo en común: todos esos jóvenes hombres y mujeres de una vanguardia revolucionaria como pocas veces se ha visto en nuestro país, queríamos cambiar la Argentina, Latinoamérica y el mundo, algunos levantando la Patria Socialista de Perón y Evita, y otros el socialismo internacional. Todos dábamos fe de nuestras convicciones poniendo el cuerpo, jugándonos enteros por nuestros ideales. Era un contexto histórico nacional y mundial distinto.
Y si bien ahora el contexto ha cambiado, son muchas las cosas que podemos rescatar de ese pasado. Entre ellas, que pueden existir grandes diferencias políticas pero se puede lograr la unidad de acción. Que los proyectos por los que luchábamos no se han realizado y hay que concretarlos. Que es necesaria y posible una segunda independencia y un gobierno de los trabajadores y el pueblo.

Chino Moya

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