domingo, 24 de febrero de 2008

Querer no siempre es poder

El gobierno de Cristina representa la continuidad del proyecto político kirchnerista. Pero la situación política que le toca vivir no es la misma que enfrentó su marido. Cristina vino a “hacer los deberes” pendientes. Se propone “normalizar” la situación abierta con el Argentinazo del 2001.
Kirchner gobernó condicionado por las exigencias políticas populares surgidas a partir de la rebelión de aquel diciembre. Bajo esta impronta, hizo obligadas concesiones, adoptó acciones limitadas por derechos humanos, con una prédica antiimperialista y de 'nueva política', que no tuvo correlato en la realidad. Con el tiempo, su doble discurso se fue desgastando. Si no se hundió fue porque tuvo el respaldo de una mejor situación económica (comparada con el desastre del que se venía), basada sobre todo en una coyuntura mundial favorable a las exportaciones de materias primas.
El cambio es que Cristina viene a intentar cerrar la etapa de “anormalidad” y “ordenar” la Argentina en lo económico y lo político.
O sea, a intentar lograr previsibilidad y confiabilidad a largo plazo para las inversiones extranjeras y locales, garantizando las grandes ganancias de las patronales, aplastar los salarios, subir las tarifas e impuestos, erradicar los conflictos sociales y recomponer las desprestigiadas instituciones del régimen.
Sus herramientas son el pacto social, la reconstrucción del viejo PJ con los peores exponentes de la política nacional, la reforma política para “maquillar” las instituciones y domesticar a los que no entran en el pacto y normalizar las relaciones con el imperialismo.
También hay un endurecimiento en la respuesta a las luchas para derrotarlas, en sintonía con la patronal y la burocracia sindical. Lo que hacen en el Casino y otros conflictos, con represión oficial y patotas, es el preludio a conflictos más duros y para los cuales hay que prepararse. Pero una cosa son las ambiciones y otra muy distinta poder concretarlas.
En el largo y difícil camino de la “normalización” hay un primer escollo: para imponer sus planes Cristina debería derrotar a los trabajadores y el pueblo, lograr que ante cada iniciativa no haya respuesta y resolver importantes problemas estructurales que persisten.
La crisis de la economía mundial está en pleno desarrollo y las teorías del 'blindaje' y el 'desacople' empalidecen. Hasta el director del FMI, Strauss-Kahn advirtió que los países emergentes sufrirán algún coletazo con la más que probable recesión estadounidense.
El Fondo y los yankis están presentes como siempre en nuestros asuntos internos, uno monitoreando la economía y los otros buscando con el embajador Wayne normalizar las relaciones de Argentina con el Club de París, al que se le deben u$s 5800 millones.
Otro frente de tormenta latente es la crisis energética. Pocos le creen a Cristina cuando dice que su plan de ahorro bajó el consumo. Y se prevé que faltará gas en invierno porque Bolivia no lo enviará. El cambio de lamparitas y de horario no es solución para un país al que, en menos de 10 años, se le agotarán las reservas de gas y petróleo. Menos aún lo es recibir al dictador de Guinea Oriental para cerrar acuerdos por el petróleo.
La relación precios-salarios es otro drama. Hace rato que no logran contener la inflación. Argentina ya está entre los países más inflacionarios, junto a Etiopía y Sri Lanka. Ni los números truchos del INDEC intervenido por Moreno pueden tapar los aumentos que se hacen sentir en todas las familias.
Con la carestía de vida crece la presión por subir el salario para que alcance a cubrir la canasta familiar. “Los aumentos de precios los traen a las asambleas los compañeros, por mandato de sus esposas”, dijo Moyano, a la par que hasta él tuvo que salir a plantear que no hay ni piso ni techo, reconociendo el derecho de los que piden aumentos superiores a los que pretende el gobierno. Hay que incorporar a los reclamos la gran cantidad de contratados y trabajadores en negro y que están por fuera de los convenios.
Tras la incorporación de Lavagna, sigue avanzando el proyecto de reconstruir el viejo y maltrecho PJ. Ahora se quieren integrar con protagonismo las 62 Organizaciones, postulando a Moyano como candidato a vicepresidente del partido y pidiendo más cargos relevantes. “Dios los cría y ellos se juntan”, dice el refrán.
La así llamada “oposición” no llega a conformarse como tal. La UCR, en plena descomposición, está dividida en pedazos pro K, anti-K, viejos radicales, etc. Carrió, que se juega a aparecer como la alternativa, gira cada vez más a la derecha, llegando al colmo de apoyar medidas neoliberales de Macri.
Mientras tanto, las luchas muestran el camino. Los municipales porteños frenaron los despidos de Macri, los vecinos de Gualeguaychú no aflojan ante las amenazas y promesas de CFK, los docentes defienden su salario, los trabajadores del Casino buscan encaminar su lucha de 100 días, en Villa Constitución se movilizan ante el drama de los accidentes obreros -que tuvo otra terrible expresión en Astilleros Río Santiago-, los pilotos de Aerolíneas no dan el brazo a torcer, los estudiantes cordobeses frenaron por un año el boletazo del transporte, la CTA prepara una marcha nacional y las organizaciones de desocupados alistan sus reclamos. También empezaron las reuniones para volver a Plaza de Mayo el 24 de Marzo, ante un nuevo aniversario del golpe genocida y sin Julio López.
En las luchas como la de la Línea 60 y elecciones gremiales como la del neumático surgen nuevos dirigentes, combativos y democráticos, que son la base para ir forjando una nueva dirección sindical, más necesaria que nunca.
La gran tarea pendiente es la conformación de una nueva alternativa política, distinta a los viejos partidos que ya gobernaron y nos hundieron y a las nuevas opciones que no ofrecen ningún cambio de fondo. Es la gran tarea que tenemos por delante los luchadores y la izquierda.

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