lunes, 12 de mayo de 2008

Debacle del modelo K y nueva situación política

Se les pinchó el globo

El escenario nacional se ha convulsionado. Hay un prematuro y profundo desgaste del gobierno de Cristina que lleva pocos meses en el poder. No se salva ni el propio Kirchner que ha salido a escena para tratar de salvar el barco. La rebelión agraria y la inflación son los detonantes que abren una nueva situación política. La renuncia de Lousteau es sólo la punta de iceberg de un profundo cambio político y social. Es el principio del fin de un modelo que nos quiso hacer creer que las cosas habían cambiado. Se disipa la ilusión kirchnerista que tranquilizó por un tiempo los demonios desatados con el argentinazo del 2001. Y se abre el debate del nuevo rumbo a tomar y qué alternativa política para conducirlo.

Sobre el cierre de esta edición, los pequeños productores autoconvocados, que esperaban las negociaciones con pocas expectativas y metiendo mucha presión, retomaron el paro por 8 días confirmando que el gobierno está en su peor momento. Mientras recrudece el escenario de bloqueos de rutas, asambleas y pueblos movilizados, los de arriba tiemblan porque incentiva el mal humor social por la inflación descontrolada, los precios por las nubes, los salarios retrasados y un cuestionamiento general no sólo a la breve gestión de Cristina sino a todo lo actuado durante la era de reinado del matrimonio K.
Con rumores de renuncias y reestructuraciones que involucran al desgastado Alberto Fernández como telón de fondo, el gobierno se debate en la incertidumbre de huir para adelante y agravar las cosas o reconocer el fracaso y empezar a producir algunas medidas de emergencia para tratar de apagar el incendio en lo inmediato. Analistas de diverso pelaje coinciden en que van a tener que tocar las cuestionadas retenciones móviles que terminan de liquidar a centenares de miles de pequeños productores si pretenden suavizar la rebelión. Y que el otro Fernández, Carlos, el nuevo ministro de economía, deberá anunciar alguna medida para intentar que se reduzca la inflación. Pocas son las expectativas de que algo puedan solucionar de manera sostenida y por ello el gran debate que recorre el país es qué nuevo rumbo hay que tomar.

El gobierno en su peor momento


De la noche a la mañana las encuestas de opinión se esfumaron. El gobierno quiere ocultar lo que es una realidad: la gestión de Cristina orilla sólo el 25% de aprobación. La caída más brusca y repentina en la popularidad de un gobierno desde el año 1983. Y a sólo cuatro meses de asumir. La notable pérdida de base social que ahora se evidencia se venía acumulando. Lejos quedaron los tiempos del doble discurso kirchnerista y emergió el país real. El de la inflación, los salarios de hambre y la mayor brecha social, superior incluso a la de la década infame noventista. El de la dependencia y la entrega del petróleo y los recursos naturales, contaminación mediante. El de la escandalosa concentración económica en multinacionales y amigos a costa del castigo a los trabajadores, sectores medios y populares. El del autoritarismo y la concentración de poder y los negociados con la caja del superávit construido con una brutal metida de mano en los bolsillos del pueblo.
La bronca acumulada hizo eclosión. Los que asentían pasaron como mínimo a dudar y una gran mayoría a darle la espalda a un proyecto que evidencia su agotamiento. Sin lugar a dudas, van a tratar de seguir metiendo polarización y confusión, llamando a cerrar filas con el “gobierno popular”. Pero la ausencia de toda distribución de la torta y la intolerancia antidemocrática, ya se instalaron y cuestionan no sólo al gobierno, sino al modelo K demandando un cambio.

Cuando me empiece a quedar sola…

Cuando un gobierno no garantiza ya calmar las aguas de abajo, los de arriba empiezan a cuestionarlo porque no les sirve. Cristina vino a hacer los deberes, a “normalizar” un país cruzado por reclamos y empezó a mostrar los dientes, pero le bajaron el copete.
Por eso se está quebrando la unidad de los poderosos que trajeron a K. para apaciguar la efervescencia pos 2001, que sostuvieron hasta ahora al gobierno y que se beneficiaron con su política de concentración. Las peleas con los sectores más concentrados que se cuelan en los justos reclamos de los pequeños productores agrarios y con el Multimedio Clarín son expresión de ello. Por eso no son pocas las voces del establishmen que empiezan a demandar cambios. Y la crisis se ha trasladado al interior del propio gobierno y ha golpeado seriamente el armado del nuevo PJ cuya argamasa fue tejida con gobernadores e intendentes que han salido a cuestionar al gobierno al ver que producto de la crisis con el campo perdieron aceleradamente gran parte de la base social en sus localidades. Lavagna duró poco en la rueda de amigos. El hecho que K. haya bendecido la cúpula del nuevo PJ y repartido cargos incluso a los díscolos, no puede tapar las heridas con las que nace. Se han ahondado las internas en el gobierno. Moreno y De Vido, alfeñiques directos de K. y acérrimos defensores del modelo cuestionado. Alberto Fernández, tal vez reflejando sectores empresariales preocupados por el curso de la situación, oficia de “paloma” frente a los “halcones” estaría planteando cambios económicos y sociales y un relanzamiento el 25 de mayo llamando a concertar el “pacto del bicentenario”. Cambios para los de arriba que seguramente serán màs de lo mismo para el pueblo.

El ocaso de un modelo económico y político


Dos definiciones se repitieron en la prensa de actualidad: “La peor crisis política y social en los últimos 6 años”, “El tramo final del modelo kirchnerista”. Graficando que no se trata meramente de un cambio de coyuntura fácilmente revocable con el ya viejo doble discurso. Hay un antes y un después, una nueva situación donde está cuestionado globalmente el modelo.
Porque se evidencia el fracaso del proyecto económico. Cayó la quimera del crecimiento con derrame, del superávit que vuelve al pueblo. Quedó en evidencia un modelo de concentración, no de distribución. La inflación es el emergente principal, con un 30% acumulado real de proyección anual, que se ha transformado en el principal problema político y social, que se devora los salarios. Los niveles de entrega leonina de los recursos naturales, muestran que nada tiene que ver con la Venezuela bolivariana como nos quiso hacer creer.
Hay percepción de un modelo agotado que no ha resuelto los problemas estructurales como la inversión y la crisis energética que dicen que va a costar millones en los próximos meses. Hasta reapareció el “riesgo país”. Y se han desactualizado los acuerdos salariales, cayendo en picada la política de tope salarial. Por eso la demanda de reapertura de paritarias o gremios como la UOM están en plan de lucha pidiendo más del 30%. Desde muchos lugares, demandan “enfriar” la economía. Inflación o enfriamiento, viniendo de los mismos de siempre, sólo traerá penurias para los trabajadores.
Pero también esta nueva situación implica el agotamiento del modelo político, el estilo K. que costuró parcial y transitoriamente las profundas heridas en el régimen que abrió el argentinazo. Marca que la crisis del 2001, maquillada por los años de bonanza de la gestión de K., no sólo no se ha recompuesto sino que se ha agravado, ya que queda al desnudo que la “nueva política” terminó siendo solamente un presidencialismo casi monárquico. Brotan los cuestionamientos por en autoritarismo, los superpoderes y la soberbia de manejar un país extorsionando con la plata del superávit, alquilando voluntades. Hay un profundo olor a gobierno viejo, parecido a los que hubo antes. Que no resuelve nada… que gobierna para unos pocos privilegiados. Un gobierno al que se le puede torcer el brazo y una necesidad urgente de luchar por un cambio de rumbo en beneficio de los de abajo. Un gobierno que empieza a poner “las barbas en remojo” porque se empieza a reflejar en el espejo de los gobiernos que terminaron derrotados o se retiraron de la escena antes del fin de la película.

Se avecinan más reclamos

La incorporación de los pequeños productores rurales a la pelea, tonifica a los trabajadores y sectores populares de los barrios que venían reclamando por el salario y la carestía, contra la inseguridad y la contaminación, ante la bancarrota de los trenes y servicios públicos. La inflación se devora los salarios de los que lograron mejores aumentos y mucho más de los que, traicionados una vez más por los dirigentes sindicales vendidos, recibieron migajas o están precarizados. El reclamo de reapertura de las paritarias y un salario mínimo acorde a la canasta familiar real se pone a la orden del día, así como un plan de emergencia para reducir la inflación y contener los precios.
A caballo de los conflictos que vendrán, seguirán despuntando los nuevos dirigentes obreros combativos en un proceso que se viene desarrollando. La burocracia, apoyada por las patronales y el gobierno, seguirá intentando recuperar terreno y desplazar a los que luchan y empujan por la democracia sindical. Por eso, los duros conflictos que se avecinan requerirán del apoyo de todos.
Como ahora, frente a la salida a las rutas de los pequeños productores, se requiere nuevamente rodear de solidaridad a este sector para que le tuerza el brazo definitivamente al gobierno. Apoyando la necesidad de retenciones diferenciadas, regionalizadas y coparticipables, así como de avanzar en una reforma agraria integral y la nacionalización del comercio exterior para separar la paja del trigo.

Poner en pie un nuevo modelo y una nueva alternativa

La nueva situación está cambiando el mapa político del país. Desde arriba, con la dificultad de no contar con los viejos partidos y la añorada alternancia, van a trabajar seguramente en la necesidad de preparar un recambio político preventivo de una debacle anticipada del gobierno. La ausencia de una alternativa sólida, ha sido un punto de sostén del kirchnerismo, pero también un signo de la profunda crisis del régimen que dejó el argentinazo.
La búsqueda no viene “por derecha” y Macri debe lidiar con los reclamos capitalinos, demostrando todavía que es capaz de gobernar.
Carrió se ha reunido con radicales y socialistas para explorar una salida, aunque no han propuesto nada nuevo hasta el momento. Nada que responda al cambio de fondo que hace falta.
Los vientos de cambio que recorren Latinoamérica, disipada la ilusión kirchnerista que se había presentado falsamente como los embajadores de ese proceso, deben ser recogidos en nuestro país para vertebrar una nueva alternativa política amplia y unitaria. Que convoque a todos aquéllos que estén por un nuevo modelo de país, al servicio de los trabajadores, la clase media castigada y los sectores populares. Que rompa la dependencia con los Estados Unidos y los organismos financieros internacionales, que termine con la concentración económica, combata la inflación y distribuya la riqueza en función de las necesidades de salario, jubilación, trabajo genuino, salud y educación. Que recupere los recursos naturales estratégicos como se hace en Venezuela y Bolivia. Que recupere el tren y los servicios públicos para el pueblo. Que termine con el autoritarismo y ponga en manos del pueblo democráticamente las decisiones.
Para ello, desde el MST y Nueva Izquierda, proponemos abrir este debate.Y empezar a dar pasos en ese sentido a Pino Solanas y Proyecto Sur, a los sectores de la CTA críticos del gobierno y que están impulsando la Constituyente Social, al ARI disidente, a los luchadores sindicales y sociales, a todas las fuerzas políticas de izquierda que tengan la decisión política de sumar esfuerzos para construir una alternativa amplia no sectaria que se proponga un cambio de fondo. El cambio de escenario en el país, significa una nueva oportunidad para que, sin mezquindades, pero con decisión y firmeza, pongamos manos a la obra.

Guillermo Pacagnini

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