sábado, 24 de mayo de 2008

Los cambios en el campo

La política neoliberal de Menem destruyó los organismos estatales e impuso la privatización en manos de grandes empresas multinacionales. El rol del Estado se redujo a su mínima expresión y se impuso la desregulación de la economía.
Así, el sector se transformó en uno de los más abiertos del mundo a los capitales y la inversión para obtener grandes ganancias, se suprimieron las políticas regulatorias de fijación de cuotas de producción y de garantía de precios mínimos para los productores. Se liquidaron la Junta Nacional de Carnes y la de Granos.
Hacia 1995, el sector inició un nuevo ciclo de crecimiento. Desde 1994 a 2001 la superficie cultivada pasó de 21.2 a 27.1 millones de hectáreas, de la cual el 95.5% se cultivó con soja. Con ella, se incorporó un paquete tecnológico compuesto por: semillas transgénicas, herbicidas a base de glifosato y siembra directa, que permitió reducir costos por la menor necesidad de desmalezamiento y la facilidad de siembra. Se renovó la maquinaria con un fuerte avance tecnológico y con menos utilización de mano de obra. Así, se incrementó rentabilidad de las explotaciones a gran escala productiva.

Ruina de los pequeños y auge de los pooles

Esto produjo la ruina de los productores más pequeños. Desde 1988 a 2002 hubo 81 mil explotaciones menos. Muchos habitantes migraron hacia las zonas marginales de grandes ciudades, expulsados por el empobrecimiento.
Es en ese momento cuando se generalizó el contratismo y aparecieron los fondos de inversión agrícola y los pools de siembra, que alquilan la tierra de miles de pequeños productores arruinados sembrando en enormes extensiones de campo y permitiendo la incorporación de capitales extrasecto-riales, fundamentalmente excedentes de la especulación financiera por encima de la inversión productiva.
La soja desplazó superficies de otros cultivos y fundamentalmente de hectáreas que anteriormente se destinaron a la ganadería vacuna.
Es un proceso económico contradictorio, se dio durante la peor crisis económico social del país, ya que los trabajadores y el pueblo se estaban hundiendo. Por ejemplo, desde 1998 a 2001 el PBI cayó un 8.4% mientras que la producción de cereales y oleaginosas pasó de 53 a 61 millones.
Post 2001 hubo un colapso económico, luego del cual fijaron un cambio alto que siguió incrementando la rentabilidad del sector, aun con retenciones que no afectaron ni la inversión ni el crecimiento agrario.
Nuevamente, fue un proceso desigual para los productores del campo. Los que se dedicaron a la soja siguieron ganando, los que se dedicaban a los cultivos regionales no. Y peor los dedicados al ganado ya que el stock no creció y fue desplazado hacia zonas marginales, por fuera de la región pampeana. Mientras que en Argentina la cantidad de cabezas vacunas se mantiene en 55 millones, en Brasil, en los últimos 20 años, pasó de 65 a 190 millones de cabezas.

Más Koncentración económica sin distribución de la riqueza

Así se fue llegando a la actual situación de brutal concentración económica en manos de unos pocos. El sector rural se puede clasificar de la siguiente forma: el sector del agro y el pecuario. El agro viene acrecentando su rentabilidad, con siderales ganancias por el aumento de precios de los cereales y derivados. El sector pecuario, dedicado a la leche y las carnes bovinas, viene teniendo pésimos resultados económicos.
A su vez, dentro de uno y otro sector, a los grandes productores les fue mejor que a los pequeños. También hay que tener en cuenta las zonas: a los que producen en zonas centrales les va bien, a los que lo hacen en zonas marginales les va cada vez peor, siendo ahogados por los costos de los fletes y el menor rendimiento por hectárea al no poder contar con la incorporación de tecnología avanzada, entre otros factores.
Luego de estas primeras diferenciaciones, hay que hacer otra – tal vez la fundamental– la de los distintos productores. Los hay, entonces, agrarios, pecuarios, industrializadores (frigoríficos, usinas lecheras, productores de aceite y biocombustibles) y comercializa-dores (propietarios de silos y exportadores).
La política de Kirchner hizo que los industrializadores y los comercializadores se quedaran con los grandes beneficios en detrimento de los agrarios y pecuarios.

Los ejemplos son contundentes

El gobierno fijó el precio de venta de los productores y esto generó enormes diferencias. “Para la carne y el trigo el precio fijado al productor fue menor que los precios de exportación, menos retenciones. En el caso de la carne, en el mercado internacional el precio de la “cuota Hilton” trepó en los últimos años de 8 mil a 18 mil dólares la tonelada...Pero debido al mecanismo de precios, el productor pecuario no disfrutó de esos aumentos, de los que se apropiaron los frigoríficos. Tanto, que varios de ellos se cotizaron y vendieron a buen precio a capitales brasileños.” Le Monde Diplomatique, mayo 2008.
Un proceso similar sucedió con el trigo que el productor agrario le vende a los molinos y acopiadores, en donde alrededor de 250 millones de dólares por año quedaron en manos de los pocos exportadores autorizados y no en el bolsillo de los productores, menos que menos los pequeños. Otro tanto sucedió con la soja, girasol y maíz, dónde la transferencia de fondos orilló los 200 millones.
Otro ejemplo del hundimiento al que lleva el modelo económico kirchnerista es la situación de los productores de leche, que en el caso de los pequeños tamberos es dramática, ya que directamente, con el precio actual del producto, producen a pérdida.
El gobierno sabía perfectamente que había un proceso de deterioro y hundimiento de los productores. Por eso, otorgó compensaciones por 500 millones. Pero se las dio a los grandes: La Serenisima, Sancor, Aceitera General Dehesa, etc. A los pequeños no les llegó casi nada.
Las retenciones móviles llegaron en un momento de cambios en los precios y la situación más global. Aunque subió el precio mundial de la soja, la situación genera imprevisibilidad hacia el futuro, cuestión que el gobierno no consideró al hacer primar la urgencia recaudatoria para pagar la deuda externa (ya anunciaron que van a usar fondos del superávit para pagarle al Club de París).
Al mismo tiempo, están cambiando los costos de la producción: subió el gasoil, los fertilizantes duplicaron el precio y el del glifosato se triplicó. El flete es carísimo ya que transportar 8 toneladas al puerto cuesta casi lo mismo que producirlas, con lo cual los productores de las zonas marginales quedan hundidos. Esto es porque la inflación también llegó al campo.

Rubén Tzanoff

No hay comentarios: