viernes, 26 de septiembre de 2008

El problema es el capitalismo

Los propagandistas del capitalismo venían afirmando que la economía mundial crecía en forma vigorosa y que se avecinaban tiempos de bonanza. Ya en ese entonces la economía globalizada mostraba alarmantes signos a los que no se les prestaba atención: bajaba la tasa de ganancia de las empresas, que tuvieron que migrar de los países imperialistas a otros donde pudieran pagar sueldos miserables como China, el sudeste asiático y últimamente India. Esta migración produjo efectos indeseados: desocupación industrial en EE.UU. y Europa y cambio en la relación entre pobres y ricos en el propio EE.UU. (parecido a la famosa “redistribución de la riqueza de Cristina en nuestro país). Al caer la ganancia industrial, los capitales migraron hacia las finanzas y la especulación aumentó exponencialmente, llegando a multiplicarse por 10 en menos de 10 años, sin que se modificara sustancialmente el capital productivo (salvo el crecimiento demográfico habitual). Todas estas condiciones abonaron una especulación creciente que distorsiona totalmente las relaciones de mercado. Baste como ejemplo mencionar lo sucedido con el precio de los alimentos : en los últimos años el precio del maíz, la soja, el algodón, el trigo y la carne han sufrido aumentos que varían del 120 al 600%, cuando el consumo mundial de los mismos no se incrementó más que un 34%. Aún con mejores y más modernas condiciones de producción, la diferencia entre este 34% de aumento en la demanda y el 600% de aumento en los precios es fundamentalmente una maniobra especulativa. Otro tanto podríamos decir del petróleo, gas, electricidad y otros productos. Fue la base de lo que sucedió con el mercado inmobiliario.
Desde hace dos años aproximadamente ya no pudieron esconder ni resolver estas contradicciones y la economía empezó a dar señales de alarma extrema en su sector más endeble: la especulación financiera.

De la economía a las finanzas y de ellas a la economía

Por múltiples razones la economía productiva baja su tasa de ganancia y el dinero se vuelca a la especulación. El sector financiero-especulativo ha adquirido tal dimensión que su crisis deviene en repercusiones más o menos directas sobre la economía real. Por ejemplo, sólo Lehman tiene 25 mil empleados que ven peligrar su fuente de trabajo, todo el sector financiero es nada menos que el 5% de los empleos de Nueva York (pero representan el 25% de la masa salarial, unos U$S 60 mil millones anuales), es decir que es un sector de altos ingresos, se calcula que por cada puesto de trabajo en las finanzas hay otros tres puestos más (servicios, niñeras, etc.). Y como la crisis se globaliza rápidamente mientras en EE.UU. en un día se perdieron 5 mil puestos de trabajo, en Londres fueron 20 mil. La cosa no termina ahí, si se derrumban los papeles del sector inmobiliario, los que tienen que pagar sus cuentas tendrán que salir a vender otros activos de otros sectores no inmobiliarios. Si lo hacen en forma más o menos masiva, el precio de estos activos caerá bruscamente y las repercusiones se extenderán a otros sectores que sufrirán también la desocupación y la baja salarial, podríamos seguir así la rueda y demostrar cómo podrían verse afectados los trabajadores y el pueblo norteamericano en primera instancia y posteriormente el del resto del mundo.

Bush: de liberal a estatista


Hay voceros a sueldo de la burguesía que dicen no entender por qué el ultraliberal Bush sale a garantizar la solvencia de las prestadoras y, prácticamente, a estatizar AIG. Ninguna sorpresa, a lo largo de su historia el capitalismo siempre ha usado mecanismos equivalentes para salvar a las grandes empresas. Esto es lo que hacen los gobiernos cuando pagan sobreprecios y compran desde computadoras (caso IBM en Argentina) hasta caminos o diques. Así sostienen la tasa de ganancia de las empresas a un nivel superior al que se obtiene en el mercado, haciéndolo con la plata de la población. Parte de la estafa se concreta cuando privatizan las empresas públicas, construidas, instaladas y mantenidas con el dinero de la gente (como YPF) que luego es entregada a precio vil para que la exploten los capitalistas, que a su vez pagan la compra con el propio dinero de los usuarios (gas, luz, obras sanitarias). O directamente los estados subsidian a las grandes empresas cuando éstas no ganan lo que pretenden (como los subsidios a los trenes). Es lo mismo que pretende hacer Cristina con Aerolíneas Argentinas que la explotaron, vaciaron y fundieron los privados de Marsans y ahora somos todos los que tendremos que pagar más de 800 millones de dólares para comprar…lo que era nuestro. 
Esta estafa, habitual en países dependientes como el nuestro, no lo es en el “primer mundo” donde temen la reacción de sus propios pueblos. Que hayan tenido que recurrir a ella da idea de la tremenda magnitud de la crisis. Lo que acaba de hacer Bush significa un salto cualitativo: usar cientos de miles de millones de dólares del pueblo norteamericano para salvar a empresas privadas que durante años dieron enormes ganancias. 
Por eso insistimos, independientemente de la receta que apliquen para resolver el derrumbe, la crisis excede al sector financiero, lo que está en crisis aguda es la economía capitalista, que con su objetivo de ganancia sin límites genera contradicciones, miserias y especulación recurrente. 
Esta crisis puede ser o no tan profunda como la del 30, pero lo cierto es que lo que está derrumbándose es el propio capitalismo imperialista. Pero esto no debe hacernos pensar que se va a hundir sólo. El imperialismo intentará hacer que la crisis la paguen los pueblos, el norteamericano ahora, mañana el europeo y el del resto del mundo, a través de impuestos, pérdidas de trabajo y exigiendo cada vez más pagos de las deudas externas. Los anuncios de pago de Cristina son un claro ejemplo de esto.

 

Gerardo Uceda

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