viernes, 12 de septiembre de 2008

Oposición...¿Qué oposición?

Qué se vayan todos! Fue el grito de guerra con el que, allá por diciembre de 2001, millones de argentinos manifestaron su bronca. El repudio a la vieja política y sus representantes era total: a diputados, senadores y dirigentes provenientes fundamentalmente de la UCR y el PJ. Todos ellos, acostumbrados a alternarse en los sillones de las dos cámaras y de las gobernaciones provinciales, entraron en pánico por esos días al ver que ninguno se salvaba de ser blanco de la bronca popular. Pasó el tiempo y pocos de esos representantes de la vieja política han desaparecido de la escena. Y lo que es peor aún: varios de ellos intentan
mostrarse hoy como la oposición al maltrecho gobierno kirchnerista. Pero de nuevo no tienen nada. Su pasado y su presente son la mejor prueba de ello. En la construcción de una alternativa política y una Nueva Izquierda, se juega el destino de los trabajadores y el pueblo.

En la cancha se ven los pingos, cla
ma el dicho popular. Y en la can
cha de la política los que se dicen opositores al gobierno no han demostrado ser una clara alternativa al kirchnerismo en decadencia. Cuando estalló el conflicto con el campo, toda la “oposición” se alió para sacar un comunicado en común. La primera iniciativa de todo este arco fue decirle a la población que no la quería en la calle manifestándose. Su miedo estaba latente.
¿Sus propuestas para solucionar el problema? Ni Macri, ni Carrió, ni nadie del viejo PJ se ocuparía de proponer algo para atacar el principal problema que desencadenó la crisis: la concentración de la riqueza. Ninguno propuso retenciones diferenciadas, en las que paguen más los que más tienen y menos los pequeños productores. Ninguno atacó a los grandes pools de siembra en sus declaraciones. Y la razón no es ningún secreto: no tienen nada nuevo para proponer un cambio profundo del modelo económico, que beneficia a los grandes grupos económicos de los que son o pretenden ser socios.
En el reciente tratamiento de la estatización de Aerolíneas Argentinas 
también se vio reflejada la incapacidad (o mejor dicho la falta de voluntad) para trabajar en pos de los intereses de los ciudadanos, y no de los grandes empresarios. Ante el evidente vaciamiento de Aerolíneas y el debate acerca de qué hacer con ella, el bloque formado por el Pro, la Coalición Cívica, la UCR y algunos diputados del PJ solamente propuso crear una comisión (que hace 20 años investiga las privatizaciones avalando su saqueo) que se encargue de investigar el caso. Sin manifestar una sola palabra acerca de que no se debía pagar un peso a los expropiadores o que había que dejar la empresa en manos del Estado permanentemente, sin reprivatizar.

«Como viejos vinagres»

Mucha gente se entusiasmó con Cobos cuando votó contra del proyecto oficialista en el conflicto con el campo. Ante esa mínima actitud del vicepresidente respondiendo a la presión pública y al sentir de la mayoría de la población, hubo quienes creyeron encontrar una bocanada de aire fresco entre tanta podredumbre política. Sin embargo, el ex radical K no trae nada nuevo bajo el brazo y está acelerando los contactos con la UCR y la Coalición Cívica, para volver al viejo partido de Alfonsín y 
definir una posible estrategia común para las próximas elecciones.
El intento por rejuntar los pedazos desperdigados de la vieja UCR, más 
que una nueva iniciativa puede terminar en la creación de un Frankestein. Sería como revivir al muerto que llevó a la miseria y al 
desmantelamiento del país. Al partido de Alfonsín, De la Rúa, Moreau y Storani la gente ya le dijo “basta”.
Otro de los que se empezó a postular hace rato, es el empresario Mauricio Macri. Desde que se presentó a la presidencia de Boca, se sabía que ese era el primer paso en su carrera para convertirse en aspirante a la presidencia de la Nación. Su segundo escalón fue la jefatura de gobierno de la Capital Federal, a la que muchos analistas consideran el trampolín para disputar el sillón presidencial.
Macri también se presenta como portador del cambio. Pero basta recordar su pasado y ver su presente para notar que no tiene nada de nuevo. él y su padre fueron dos de los empresarios que más crecieron y se favorecieron en los 90, producto de los tremendos negociados y acuerdos que hicieron con el gobierno de Menem, al que no se cansaban de elogiar. La actualidad de Macri tampoco es alentadora. En su primer año como Jefe de Gobierno, Mauricio ha estado bastante ausente de la escena política. Y sólo apareció para atacar con todas sus fuerzas a la educación pública (que había sido uno de los ejes de su campaña). Hasta ahora lo único que hizo fue aumentar los subsidios a las escuelas privadas, reducir las becas a los estudiantes y prohibirle a los maestros (a los que se niega a aumentarles el sueldo) hablar en los medios. A esto hay que agregar que las obras que ha hecho en las escuelas son mínimas: muchas todavía no tienen gas y varias presentan graves problemas edilicios. Además, no olvidemos que una de las primeras medidas del empresario fue dejar sin trabajo a miles de empleados públicos que tenían contrato de locación.
Tampoco el intento de rearmado del PJ es una alternativa real al actual gobierno. Ni Duhalde, ni Reuteman ni Scioli son parte de la nueva política sino más bien todo lo contrario. No olvidemos que el ex presidente, además de ser una de las figuras más importantes del oficialismo durante los 90, tuvo que renunciar luego del asesinato en el desalojo del puente Pueyrredón de Kosteki y Santillán. Scioli, por su parte no ha solucionado ni uno sólo de los problemas de la provincia más importante del país. 
Con una educación pública cada vez más deteriorada y con el estado de los hospitales en una decadencia insoportable para los que deben acudir a ellos, la Provincia de Buenos Aires de Scioli no parece levantar cabeza. Eso sin mencionar que actual gobernador ha formado parte de todos los gobiernos del PJ que saquearon al país en las últimas décadas. 
No hay nada muy distinto para decir de Carlos Reuteman. En lo único que supera a los anteriores es en que por su ineficiencia a cargo de la gobernación de la provincia de Santa Fe, miles de personas perdieron sus casas y muchas de sus pertenencias cuando una inundación hizo colapsar la ciudad en el 2003.
Otros lapidarios ejemplos de la similitud de proyectos de oficialistas y opositores es el pago de la deuda al Club de París por parte del gobierno de Cristina. Hubo y hay críticas, pero se limitan a la forma de pago, a distintos intereses y oportunidades políticas. Ninguno planteó la salida de fondo: desconocer la deuda fraudulenta, no pagar, romper con los organismos de usura internacional y salir del FMI, para que todo 
el dinero que pretender pagar al exterior se utilice para cubrir las demandas populares.
El conflicto con el campo desnudó todas las miserias del actual modelo económico y político. Pero además, acabó con la mentira de que este es un gobierno nuevo y distinto a los anteriores. 
La gente se cansó de las mentiras y del autoritarismo del matrimonio presidencial y la imagen positiva de los Kirchner se arrastra por el piso. Ante esta situación, todo el arco de la vieja política intenta tejer alianzas y lavarse un poco la cara para mostrarse como recambio. Pero no se deje engañar. Muchos de los que se dicen opositores, hace años que forman parte del sector que toma decisiones en este país y son tan o más culpables del estado actual en el que están las cosas.

Manos a la obra

Es necesario poner en pie una verdadera alternativa política que sea radicalmente opuesta a todo lo existente. Que tenga propuestas de fondo para cambiar el país. Y esa alternativa no son ni Carrió, ni Macri, ni Cobos. Esa alternativa hay que construirla. Tiene que ser amplia, alejada del sectarismo y del oportunismo.
Nosotros no responsabilizamos al movimiento de masas por la ausencia de una alternativa de fondo. Y aunque hay sectores de izquierda y progresistas que se niegan a conformarla, asumimos las responsabilidades que nos tocan por no haber encontrado aún un camino de confluencia. 
Al mismo tiempo señalamos que no es una tarea que pueda emprender y concretar solamente una organización de izquierda como la nuestra. Construir una alternativa seria, con arraigo obrero y popular exige requisitos. Requiere de pronunciamientos y acciones cotidianas comunes. Requiere de debates, de buscar los puntos de acuerdo sobre las diferencias, que no deben esconderse sino expresarse con paciencia en el camino de ir superandolas. 
Para construir una alternativa que pueda derrotar al PJ, la UCR y la oposición limitada hay que lograr un fuerte arraigo obrero y popular. Para constuir una Nueva Izquierda, se necesita la férrea voluntad política de un partido para lograrlo y de la disposición de miles y miles de luchadores obreros, populares y estudiantiles que pongan manos a la obra.
Desde el MST te invitamos a organizarte y ser protagonistas de nuestro propio destino político.

Federico Milman

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