sábado, 30 de agosto de 2008

Inflación, estancamiento, crisis bursátil:

¿A dónde va la economía argentina?

Luego de la derrota frente a los chacareros, el gobierno no para de recibir golpes en lo que a la economía se refiere. La inflación trepa a niveles más que peligrosos, los indicadores muestran un estancamiento de la economía, el riesgo país alcanza niveles parecidos al período de De la Rúa y la Bolsa va de crisis en crisis.¿A qué se deben todas estas “malas noticias” para el gobierno y su plan?

La economía argentina parece haber entrado en un tobogán sin freno. ¿A qué se debe que todos los indicadores otrora aparentemente favorables al gobierno, hoy muestren datos totalmente opuestos a sus intereses? ¿Es casualidad? ¿Son problemas nuevos y derivados de la derrota ante el campo? ¿O en realidad se trata de la puesta en evidencia de problemas económicos de arrastre, que el gobierno lograba ocultar parcialmente antes del conflicto con el campo? Trataremos de abordar algunos de los múltiples factores que demuestran que la economía ya venía enferma, y que su aparente fortaleza de hace unos años era parcial y, en buena medida, ficticia.

Los problemas son estructurales

Desde estas páginas hemos insistido reiteradamente en que el plan económico aplicado por los Kirchner no se diferenciaba demasiado del de sus antecesores Menem y De la Rúa, aunque el modelo tenía algunas diferencias que motivaron que muchos sectores de centroizquierda e incluso de izquierda se confundieran y le vieran aristas positivas, progresivas e incluso lo adoptaran como “su plan”. Este plan no tuvo ni tiene nada de progresivo. Veamos por qué.
Bajo el gobierno de los Kirchner siguió la entrega de los recursos naturales como el petróleo y los recursos mineros. Por eso hay cada vez más problemas con el abastecimiento de naftas y gasoil. Fue Kirchner el que permitió que Repsol se llevara el crudo durante todos estos años, cuando ya se sabía que el mundo iba hacia una crisis energética cada vez más severa. Se concentró cada vez más la economía en pocas manos y se profundizó la trasnacionalización, de manera que más del 80% de las principales empresas son extranjeras o con fuerte ingerencia del capital multinacional en su composición. En más de cinco años no se logró un ritmo de inversiones productivas que permitiera la reconversión de la industria y así aumentar la producción realmente. La famosa competitividad de la industria se basó en un dólar alto, con salarios deprimidos en pesos. Estos dos últimos factores, sumados al componente especulativo, son los responsables directos de la inflación y el crecimiento de la pobreza que asistimos.
Sólo como ejemplo mencionaremos que tanto en el campo como en la industria el 80% de la producción está en manos de unas pocas empresas y pooles de siembra, mostrando que la concentración iniciada hace años pegó un salto bajo el modelo K. La contracara son las miles de pequeñas empresas y productores agropecuarios que se debaten entre el atraso tecnológico, la dificultad en el acceso al crédito y la falta de inversión, todo lo cual hace que sus actividades sean poco “rentables”.
Se conoció que el Estado subsidia de manera escandalosa, con miles de millones de pesos al año, a los que más tienen, como las grandes empresas de lácteos, los trenes y subterráneos o las empresas de servicios, mientras que los pequeños productores y la población en general no ven un peso de estos subsidios. Y que toda la plata acumulada en las reservas tiene como objetivo central garantizar los pagos de la deuda externa y los bonos, y no atender las necesidades del pueblo, los trabajadores y los desocupados.
Para terminar este tema diremos que el contexto internacional, con los EE.UU. próximos a entrar en recesión y una Europa que frenó evidentemente su crecimiento, hace que las perspectivas de exportaciones y ganancias se vean amenazadas.

Lo que el conflicto del campo puso en evidencia


Los problemas estructurales vienen desde hace años. El conflicto con los pequeños y medianos productores del campo, que aún hoy no pueden resolver, lo que hizo es ponerlos de manifiesto ante millones de personas, desenmascarando el doble discurso que caracterizó la gestión pasada de Néstor y la actual de Cristina.
Fueron millones de argentinos los que descubrieron que las retenciones eran iguales para los grandes pooles que para los pequeños y medianos chacareros y que las mismas no eran coparticipables, es decir, que todo el dinero entraba en las arcas centrales de los K, lo que hundía en la crisis económica a las provincias, llegando a extremos insólitos como el de una Córdoba riquísima en producción pero en crisis financiera porque el gobierno no le enviaba los fondos necesarios para hacer frente a salarios y jubilaciones.
Quedó al desnudo que era verso que necesitaban la plata para la famosa “redistribución”, ya que mientras a los grandes exportadores agrarios el gobierno le permitió hacerse de más de 1.000 millones de dólares declarando fraudulentamente que habían vendido ya la producción del 2008 y 2009 antes que saliera la 125, a los pequeños y medianos productores les aumentaban las retenciones al punto de hacerlos quebrar. Y fue el propio Néstor el que desmintió a Cristina, cuando dijo que la plata de las retenciones la necesitaban para pagar los compromisos externos y no para hacer hospitales ni escuelas, como mentía su esposa.
A partir de la crisis del campo el riesgo país trepó a las nubes, alcanzando los niveles propios del gobierno de De la Rúa, la Bolsa sufre crisis tras crisis todas las semanas y saltó el escándalo de la venta de bonos a Venezuela, a un interés usurario y que, para colmo, Chávez vendió a los pocos días, haciendo crecer la desconfianza en el país. Es que los buitres acreedores internacionales saben que la Argentina tendrá serias dificultades para pagar los compromisos externos.
Y, como si todo esto fuera poco, la inflación no deja de presionar, empujando a millones de argentinos debajo de la línea de pobreza, aumentando el malhumor de la población que rompe con el gobierno y haciendo que la imagen positiva de Cristina no supere el 15-20%, el más bajo en la historia de un presidente en nuestro país con sólo ocho meses de gobierno.

¿Hacia dónde va el modelo K?

Si tenemos que resumir los tres principales problemas de la economía en los próximos meses, debemos decir que son el contexto internacional, la inflación y los pagos de la deuda externa.
A los problemas estructurales de “arrastre” que ya nos referimos, se le suma un marco internacional de enfriamiento, con una menor demanda de los productos que exporta la Argentina y una crisis energética cada vez más aguda, lo que llevaría a un freno evidente del crecimiento: de un 7-8% anual previo pasaría a no más del 2-3%.
Pero la inflación es el problema más acuciante para el gobierno. El tipo de dólar alto, que fue el puntal de la “recuperación” de la economía, hizo que los precios fueran trepando durante estos años hasta alcanzar los niveles del dólar. Las luchas de los trabajadores para poder alcanzar niveles de ingresos que le permitan su subsistencia limitaron las superganancias de los empresarios. Este crecimiento no fue acompañado de una reconversión industrial que le permitiera a los capitalistas aumentar la producción de manera real y así hacer frente al mayor consumo, sino que se hizo aprovechando la mano de obra temporalmente muy barata y la capacidad industrial instalada. Pero hoy la industria argentina es mayoritariamente obsoleta e incapaz de aumentar la producción, lo que abona la inflación. A esto hay que sumarle el componente especulativo luego de la derrota del gobierno ante los chacareros, ya que los empresarios se resisten a resignar sus ganancias y por eso aumentan los precios según su propia conveniencia. La crisis del INDEC, con las maniobras y desatinos de Moreno, no hace más que aumentar la incertidumbre y echar más leña al fuego de la especulación empresaria. Por lo que el estancamiento y el enfriamiento de la economía argentina que todos los analistas hoy alertan es el peor que podrían haber pensado. No se trata de un “enfriamiento medido”, como sugería el renunciado Lousteau. Todo lo contrario: hay crisis, especulación, inflación no controlada, gente que no consume por temor, corridas hacia el dólar y falta de crédito internacional. Esto hace presagiar que la industria no encontrará en un futuro cercano posibilidades de revertir este escenario. Es en este marco que la UIA presiona al gobierno por un nuevo tipo cambiario que eleve el valor del dólar a más de tres pesos, la única manera que encuentran los ricos de conservar la supuesta “competitividad industrial” y sus ganancias. Es decir, descargando una vez más la crisis sobre la espaldas de las masas.

Se concentró cada vez más la economía en pocas manos y se profundizó la trasnacionalización, de manera que más del 80% de las principales empresas son extranjeras o con fuerte ingerencia del capital multinacional

El tercer problema central es el pago de los intereses y capital de la deuda externa. Es un hecho aceptado que las reservas han disminuido para evitar la subida del dólar y la salida de los depósitos bancarios como sucedió previo al Argentinazo del 2001. También todos reconocen que el gobierno tendrá que echar mano a las reservas para pagar los vencimientos de obligaciones y bonos que vencen en este año, pero sobre todo en el 2009. Pero lo que no dicen claramente es que estas reservas acumuladas existen gracias a que el gobierno, con sus impuestos regresivos, actuó como una “aspiradora” de dinero, vaciando a las provincias y municipios, haciendo que existan provincias riquísimas pero totalmente endeudadas y que no pueden pagar siquiera los salarios.Es la otra cara del endeudamiento: el endeudamiento interno que tiene este modelo y que puede entrar en crisis y estallar en cualquier momento.
La derrota sufrida por el gobierno K ante los chacareros tonifica a los trabajadores, que saldrán a luchar por aumentos salariales que les permitan contrarrestar la inflación creciente. El famoso Pacto del Bicentenario, con el cual Cristina pensaba unificar a los empresarios y burócratas sindicales en contra de los trabajadores, está haciendo aguas y no lo pueden concretar. Debemos prepararnos para más luchas, conflictos y crisis económica. Y, sobre todo, para evitar que una vez más intenten descargar su crisis sobre nuestras espaldas.

Gerardo Vera

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