lunes, 18 de agosto de 2008

La semana negra y la fábula del 0.4

Fueron “los peores días económicos de los Kirchner”, disparó con preocupación La Nación. Se cayeron todos los números en las pizarras financieras. Una semana negra donde “los mercados se pusieron nerviosos” y la incertidumbre, cáncer si los hay para la economía capitalista, siguió alejando todo escenario de inversiones productivas y alentando fervientemente la especulación y la fuga de divisas.

El disparador, una nueva improvisación del matrimonio gobernante (ya parece ser la regla de un gobierno sin brújula): vendió bonos a tasas altísimas, 15%, a Venezuela. Una salida desesperada para conseguir dólares cash y pagar vencimientos de deuda sin volver a tocar (por ahora) las dudosas reservas del Banco Central. Los bancos venezolanos los revendieron en el mercado internacional… y el precio de los títulos se desplomó. Arrastrando al resto de los títulos locales. Entre el jueves y el viernes pasados hubo pérdidas millonarias. Por supuesto, puso al borde del ataque de nervios a propios y ajenos. Aunque, quienes perdieron seguro, como siempre, fueron los pequeños ahorristas, jubilados y empleados públicos poseedores de bonos y con la subida de las tasas bancarias, cualquiera que soñara con un crédito personal. En un giro epiléptico, para evitar “un lunes negro”, el gobierno salió a recomprar bonos, esta vez echando mano a fondos del fisco. Pero, si bien capeó coyunturalmente lo peor de la tormenta, el anuncio del nuevo índice mentiroso del INDEK, volvió a desplomar los números.

Esta tormenta en las alturas, es un efecto más de la debacle de un modelo económico que sigue haciendo aguas, con desaceleración del crecimiento, bastante por debajo del 8% que espeta el oficialismo, signos claros de enfriamiento y caída del consumo, anemia de inversiones, salida de capitales y, si bien todavía no se llegó al “sálvese quien pueda”, esta “semana negra” se le pareció bastante. Sin dudas, la extrema debilidad en la que quedó la monarquía de la Rosada luego del triunfo de la rebelión agraria, echa leña al fuego de una economía que venía maltrecha, aumenta las expectativas inflacionarias y desalienta las soluciones capitalistas “normales”.

El otro dato duro de estos días fue el ya grotesco IPEC. Como mirándose en el espejo de la reina del cuento de La Bella Durmiente, Cristina volvió a autoconvencerse que la inflación aumentó un… 0,4%! Que han dejado de ser pobres los que ganan 900 pesos. Para completar el ridículo combo, el INDEK anunció que los precios de los alimentos bajaron un 0,8%. Es decir, que la inflación acumulada es del 5%, 5 ó 6 veces menor que las cifras que manejan provincias, consultoras, UIA, CGT, amigos y enemigos. Y se siente en el crudo invierno que están pasando los bolsillos populares. Como en la Fábula del pastor y las ovejas, pero al revés. Mintieron durante 5 años no que venía el lobo, sino que el país andaba bien. Pero ya nadie les cree, porque el lobo está: se devora salarios, jubilaciones, subsidios y presupuestos sociales.

Hasta la CGT de Moyano reconoció que la reunión que tuvo con el gobierno fue “tensa” y salieron con las manos vacías. Aunque se olvidaron del salario, reclamaron aumento de asignaciones familiares, mínimo no imponible y jubilaciones. El Jefe de Gabinete dijo no, convocando a tener “responsabilidad fiscal”. La lectura es una sola: se está vaciando la caja del superávit.

El horizonte no es promisorio: bajan los precios internacionales de los comodities y se vienen nuevos vencimientos de una deuda pública que no para de crecer. Y no habrá inversiones si no cambian las “señales políticas” de un gobierno que se está quedando con poco aire.

En virtud de ello, vino el primer tarifazo, se han congelado los fondos provinciales y de su mano sobrevinieron impuestazos en Buenos Aires y recorte jubilatorio en Córdoba. El vermouth de un ajuste que ya se siente y seguirá en los salarios, planes sociales, rebaja de subsidios y aumento de boletos de trenes, subtes y colectivos.

En este escenario, crecen los conflictos. Los pequeños productores agrarios con nuevas fuerzas y más bronca, amenazan con volver a las rutas; van por las retenciones diferenciadas y otros reclamos que apuntan a la necesidad de nuevo modelo agropecuario que termine con la concentración y extranjerización de la tierra. Docentes y estatales, entre otros sectores de trabajadores, han salido a disputar por el salario. Y se impone la reapertura de paritarias. El propio Barrionuevo salió a exigirlas y en los gremios de Moyano hay ruido por abajo. De hecho no son pocas las conducciones sindicales que abrieron negociaciones preventivas para evitar que la sangre llegue al río.

Es necesario un aumento general de salarios, jubilaciones y planes sociales de emergencia. Y medidas urgentes contra la inflación, eliminando el IVA a todos los productos de la canasta familiar.

Cuando la palabra ajuste, que muchos creyeron archivada en el museo de los ´90, ya forma parte del nuevo menú del kirchnerismo sin careta, sólo se pueden esperar más y más penurias para los trabajadores, sectores medios y populares. También nuevas “semanas negras”. Y desde las calles más y mayores reclamos sociales, para un gobierno que está en la picota.

Después de todo, si los ministros de Cristina han declarado formalmente un patrimonio superior al millón de pesos cada uno (imaginémonos cuál será la realidad) y la pareja gobernante se ha enriquecido en los años que llevan en la Rosada y eso se hace público cuando la pobreza y las necesidades populares se pasean ya sin tapujos, parece lógico que se cocinen en su propia salsa y crean cierta la “fábula del 0.4”. Y que personajes execrables como el patotero Moreno sigan siendo ilustres miembros de la decadente corte de los K.

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