lunes, 4 de agosto de 2008

Perpetua para Menéndez

El jueves 24 escuchamos la sentencia a Luciano Benjamín Menéndez. Una multitud se emocionó en el tribunal. Afuera se escuchaban los cánticos y festejos de miles. La alegría se entremezclaba con el dolor por la ausencia y la permanente incógnita que se cierne sobre el destino de nuestros 30.000 desaparecidos y los más de 500 chicos apropiados. Fueron 32 años de espera hasta que pudimos escuchar la sentencia. Años signados por la lucha, las movilizaciones y los escraches en los que, uno a uno, fuimos sorteando los obstáculos de la impunidad. No fue fácil en un país donde los gobiernos democráticos fueron edificando un andamiaje de impunidad y silencio al servicio de los genocidas y sus cómplices civiles.

El juicio a Luciano Benjamín Menéndez terminó el 24 de julio. La foto del ex general condenado dio vueltas al mundo. Por primera vez y luego de la nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final fue condenado un ex general del Ejército.
El juicio había comenzado casi un mes antes. Durante todas las audiencias el horror se fue desnudando. Volvía a escucharse la tragedia que, todavía, conmueve al país. Volvimos a ser testigos de las heridas que aún permanecen abiertas.

Identikit de un represor


Menéndez no era uno más dentro del aparato represivo y pertenecía al “ala dura” del ejército. Le decían “Cachorro” y fue uno de los iconos del genocidio argentino.
Comandó el III Cuerpo del Ejército desde septiembre de 1975 hasta septiembre de 1979. Fue dueño de la vida y la muerte en La Perla y La Escuelita de Famaillá, entre otros centros clandestinos.
Él perfeccionó la doctrina y el pacto de silencio que continúa vigente hasta ahora. Sabía que la única manera de evitar que sus subalternos lo denunciarán era manchando de sangre a todos. Por eso los obligaba a participar de todas las atrocidades que esa mente perversa podía imaginar.
Como varios genocidas, Menéndez fue indultado en el ‘90 por Carlos Menem. Recién 32 años después del golpe fue condenado por el plan sistemático de torturas, desapariciones y asesinatos.
Hasta él último día sus víctimas tuvieron que soportar su reivindicación de la dictadura. Este hombre que corrió con un cuchillo a quienes lo escrachaban nunca sospechó que la movilización popular lograría esta sentencia histórica.

Una sentencia histórica

El 24 de julio la ansiedad carcomía a todos los que esperaban la sentencia hasta que el presidente del Tribunal Oral Federal de Córdoba dijo “prisión perpetua al represor” para Luciano Benjamín Menéndez por la tortura y muerte de cuatro jóvenes militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores ocurridos en 1977.
Por sí sola la sentencia ya era una victoria. Pero lo que la convertiría en histórica es el hecho de que los jueces revocaran el beneficio de la prisión domiciliaria bajo el que se amparan numerosos genocidas. Por eso, desde hace una semana, el viejo general Menéndez de 81 años duerme en una cárcel común cordobesa.
Además, los represores Hermes Rodríguez y Jorge Acosta fueron sentenciados a 22 años de prisión; Luis Manzanelli, Oreste Padován, Ricardo Lardone y Carlos Díaz fueron sentenciados a prisión perpetua por crímenes cometidos en la última dictadura y a Carlos Vega le dieron 18 años.
A todos se los condenó a cumplir su pena en una cárcel del Servicio Penitenciario provincial y fueron trasladados al penal de Bower.
El presidente del Tribunal no había finalizado de decir “el juicio ha terminado”, cuando todos los presentes adentro del tribunal y afuera comenzaron a festejar el triunfo de años de lucha.
Como el primer día, Vilma Ripoll, acompañada por los militantes del MST, estuvo presente en Córdoba festejando esta esperada victoria.

Una pelea
que continúa


Menéndez fue el represor número 22 en ser condenado desde que se reactivaron las causas tras la nulidad de las leyes de impunidad.
Lo cierto es que muchas causas a lo largo y ancho del país caminan a paso de tortuga. Hasta ahora son 492 los genocidas procesados de los cuales 55 están prófugos.
Aún hoy, 32 años después, no se ha investigado realmente la complicidad civil del genocidio. Tampoco se ha juzgado a los jerarcas de la Iglesia que no sólo ampararon este plan sistemático de torturas, asesinatos y desapariciones sino que, en algunos casos, participaron de los operativos.
Ningún funcionario judicial fue separado de su cargo y menos juzgado por su complicidad con la dictadura. Básicamente, aún no se ha desarticulado el andamiaje que permitió la impunidad durante todos estos años.
En esta pelea contra la impunidad, la sentencia histórica que condenó a Menéndez es sólo un punto seguido. Es necesario seguir movilizándonos para que se investigue y se juzgue a todos los que quedan en libertad o sin sentencias.

Laura Lane

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